23.1.12

El mito de la economía verde

Gian Carlo Delgado Ramos
Ambientico No. 219.
Costa Rica. Diciembre de 2011.
ISSN: 1409-214X pp. 29 - 44
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La economía verde se ancla en el entendimiento de un impulso a la eficiencia y al avance de las “tecnologías verdes” como “la” solución, es decir, como una revolución tecnológica que no sólo re-dinamice la economía a la usanza de las revoluciones tecnológicas previas (léase: Delgado, 2002 y 2011; Pérez, 2004), sino que además contribuiría al mismo tiempo a solucionar los principales problemas y retos ante los que estamos. Desde tal noción, Rio+20 convoca a discutir “…cómo la economía verde puede contribuir al desarrollo sustentable y a la erradicación de la pobreza“ (Naciones Unidas, 2011). Las negociaciones del clima recientes lo han hecho de modo similar y cada vez con más énfasis en términos de “investigación y transferencia tecnológica para la mitigación”.
El concepto de economía verde, según se entiende en el marco de la asamblea general de Naciones Unidas, “…se enfoca principalmente en la intersección entre ambiente y economía” (Ibid: 4), y se agrega: “…puede ser visto como un lente para enfocase y aprovechar simultáneamente oportunidades en el avance de metas económicas y ambientales” (Ibid: 5). Se trata de un concepto que está pues hermanado a otros como “crecimiento verde” pero que, tal y como se suscribe, no sustituye el discurso del desarrollo sustentable, sino que lo enriquece (Ibid: 6). Así, desde tal perspectiva, mientras las empresas buscan mayores oportunidades de acumulación de capital, vía nuevas oportunidades tanto de reducción de costos de operación, como de incremento de apropiación de valor por medio del aseguramiento de nichos de mercado propios al avance tecnológico de la eficiencia, de las energías “limpias”, etcétera, “…los gobiernos tendrían el rol clave de  financiar la investigación y el desarrollo verde y la infraestructura necesaria para tal propósito, así como el facilitar un ambiente de apoyo a las inversiones verdes del sector privado y el desarrollo dinámico del crecimiento de sectores verdes” (Ibid: 6). De precisarse es que la propuesta empresarial es claramente entusiasta aunque con reservas pues por un lado se está en un contexto de profunda crisis económica, mientras que por el otro, persisten enormes intereses y por tanto resistencias al cambio de paradigma, dígase por ejemplo el energético donde opera el poderoso sector petro-eléctrico-gasero-automotriz (léase: Delgado, 2009). En cualquier caso, mientras la economía verde signifique nuevas oportunidades de transferencia de recursos públicos, de negocio y por tanto de acumulación de capital, la opción es atractiva.
Así, pese al estado relativamente difuso de lo que puede llegar a significar en la práctica la economía verde, ya se constatan ejercicios de avance por parte de actores de peso en la estructura político-económica mundial. Por ejemplo Naciones Unidas (2011: 12) precisa que para que la economía verde pueda entregar los beneficios que promete, “…debe ser parte de un movimiento en el que los sistemas de producción y consumo sean compatibles con el desarrollo sustentable a través de transiciones sensibles a las necesidades de desarrollo de cada país”.  Para ello, agrega, se visualizan siete rubros de acción: 1) el estímulo de paquetes verdes (financiamiento público al desarrollo e implementación de tecnologías y acciones verdes); 2) el impulso a la “eco-eficiencia empresarial” por la vía de incentivos político-económicos; 3) el “enverdecimiento” de los mercados (favoreciendo la oferta de productos y servicios “socio-ecológicamente amigables”, incluyendo los mercados de comercio justo o de sello orgánico); 4) promoción de la eficiencia energética de los edificios y del sistema de transporte; 5) restauración y mejora del “capital natural” (vía el establecimiento de cooperación internacional y la implementación de diversos mecanismos de financiamiento para el manejo de lo que se presumen como bienes comunes); asociado al anterior, 6) la búsqueda de “conseguir que los precios sean correctos” por la vía de establecer sistemas de pago por servicios ambientales y la creación de mercados de tales servicios; y 7) el establecimiento de una reforma tributaria que promueva eco-impuestos de diversa naturaleza (Naciones Unidas, 2011: 14 – 19). Además, el discurso precisa que, “…la erradicación de la pobreza y la mejora de los medios de subsistencia de los más vulnerables merecen una prioridad en la medidas que promuevan la transición hacia la economía verde” (Ibid: 12).
De cara a tales argumentos e intenciones, debe notarse que la visión que precisa a la economía verde como mecanismo clave para hacer frente a los problemas primarios del capitalismo de principios del siglo XXI, tiene enraizados múltiples supuestos, muchos de ellos no sólo contradictorios sino en efecto claramente equívocos pues, entre otras cuestiones, ésos parten de lecturas parciales y lineares de la realidad.

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Sobre llovido, mojado.

Por: Nataria Aruguete
Página 12. 
22 de Enero de 2012.
Buenos Aires, Argentina.
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El investigador mexicano hace un repaso inquietante de las razones y consecuencias del aumento de gases de efecto invernadero. También advierte sobre las deficiencias de América latina y el problema de la actitud de China y Estados Unidos.






Uno de los principales impactos del cambio climático en las grandes ciudades se relaciona con la alteración en los patrones de lluvia, el aumento constante de la temperatura y el cambio en los ciclos de agua. El mexicano Gian Carlo Delgado Ramos, doctor en Ciencias Ambientales por la UAB de Barcelona, visitó Buenos Aires invitado por el IADE y conversó con Cash sobre los principales impactos del cambio climático. El investigador de la UNAM analizó los altos costos económicos que se desprenden de estos efectos y las dificultades que enfrentan las urbes de los países en vías de desarrollo por la falta de un presupuesto suficiente y una planificación de largo plazo que permita hacer estimaciones fiables e impulsar acciones de adaptación y mitigación.
¿Cuáles son los principales efectos del cambio climático a nivel mundial?
–En términos generales, el aumento de la concentración de gas de efecto invernadero puede generar un aumento de la temperatura. Esto lleva a cambios en el clima y en los ciclos del agua. Por ejemplo, en las zonas donde suele haber precipitaciones dejará de haber disponibilidad de agua. Por otro lado, el derretimiento de los casquetes polares por las mayores temperaturas llevará a un aumento en el nivel del mar. A esto se agrega que con la política neoliberal desapareció una cantidad enorme de datos y hay un hueco en la información con la que se conciben los modelos para hacer estimaciones.
¿Cómo calcula el impacto económico del calentamiento en las grandes ciudades de los países en vías de desarrollo?
–La mayor preocupación se relaciona con el cambio en los patrones de lluvia; esto supone una agudización de las inundaciones en las ciudades. Buenos Aires es una zona que suele tener desbordamientos de las aguas y zonas inundables. En términos económicos, eso tiene un impacto enorme porque los sistemas de drenaje y los alcantarillados no dan abasto para desahogar las grandes cantidades de agua. Por ejemplo, producto del cambio climático, en la ciudad de México –ubicada a 2100 metros de altura– empezamos a ver un mosco que genera la malaria. Es muy raro que un bicho que suele estar al nivel del mar aparezca a 2 mil metros de altura. Eso tiene un costo tremendo para el aparato de seguridad social, especialmente de salud.
¿Qué factores están provocando este cambio climático?
–La alta temperatura en los espacios urbanos no tiene que ver solamente con que esté asfaltado el suelo sino con el tipo de construcción de las ciudades. Normalmente eso sube entre dos hasta seis grados la temperatura, lo cual genera además un uso intensivo de la energía para poder contrarrestar ese efecto.
¿Qué medidas se deberían tomar para detener este ascenso de las temperaturas?
–Lo ideal sería un acuerdo climático internacional. Pero el 51 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero las generan China y Estados Unidos. Mientras ellos no hagan algo para reducirlas, lo que ensayen otros países no alcanzará.
¿Por qué Estados Unidos y China?
–Porque son los que más energía consumen y generan una mayor quema de sus combustibles fósiles. Los gases de efecto invernadero se generan por combustión de combustibles fósiles, como el metano, relacionado con la producción de carne y la generación de residuos sólidos. En el caso de los alimentos, el IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático) y las Naciones Unidas están sugiriendo la necesidad de reconfigurar las dietas, sobre todo las basadas en un consumo creciente de carne. Institucional y económicamente estamos menos preparados que los países ricos. La cantidad de recursos que tiene Estados Unidos para hacer frente a los impactos del cambio climático mediante acciones de adaptación y mitigación equivale al 3, al 5 y hasta al 10 por ciento de su PIB.

¿En qué consisten las acciones de mitigación?
–La reducción de emisiones tiene que ver con investigación en nuevas tecnologías o con cambios en los sistemas de transporte. Por ejemplo, pasar del transporte privado a transportes masivos, públicos, eficientes. Ese es otro problema para América latina: tenemos transportes públicos ineficientes, totalmente desarticulados y desintegrados. En las ciudades latinoamericanas, alrededor del 30 por ciento de la población usa transporte privado, pero el grueso del suelo urbano está funcionalizado para el automóvil.
¿Qué relación encuentra entre el avance del cambio climático y la producción de alimentos en las grandes ciudades?
–La concentración de la población en las zonas metropolitanas –en eso la Argentina es un caso paradigmático– obliga a que ese espacio urbano ponga en funcionamiento otros espacios para producir los alimentos que esa ciudad necesita. Argentina, siendo un país que ha impulsado el modelo agroindustrial sobre todo de ciertos cultivos, no tiene la capacidad de producir la diversidad de alimentos que necesita, pese a que es un gran productor agrícola y debe importar una cierta cantidad de alimentos, no sólo desde el extranjero sino desde las afueras de la ciudad. Eso tiene un costo creciente en dos sentidos: uno es el costo de traslado, refrigeración y logística. El otro tiene que ver con que los espacios dependientes de los alimentos van a enfrentar precios crecientes de esos productos, porque tienen problemas para producirlos, pero no sólo ante las consecuencias el cambio climático. Los problemas en la producción de alimentos están vinculados con el aumento de temperatura, pero también con el cambio en las precipitaciones o la calidad del agua. Además, la eficiencia en la producción, distribución y consumo de los alimentos es muy baja.
¿En qué sentido?
–A nivel mundial, en promedio se desperdicia la mitad de los alimentos que se producen hasta que llegan al plato. Y una vez que llega al plato no todo se consume, o sea que hay un desperdicio adicional cercano al 20 por ciento. Luego, lo que sobra lo tiramos en un basurero que produce gas metano. Todo esto genera conflictos de distinta índole: ¿a quién le quito el agua para traerla a la ciudad? ¿A quién le echo el agua sucia y la basura? En este terreno estamos tendiendo cada vez más a hacer planeamientos de muy corto plazo sin mirar las consecuencias a largo alcance.

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