27.1.14

Agua, obesidad y política pública




Gian Carlo Delgado Ramos
La Jornada de Oriente. 27/01/2014
Puebla, Puebla., México.
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El compromiso firmado en febrero de 2012 por México de incluir en la ley la garantía del derecho humano al agua de forma suficiente, accesible, asequible y de calidad, debe ser entendido y asumido desde una noción que demanda la gestión sustentable, integral y equitativa del agua. El reto es ciertamente mayor, pues la demanda de agua para consumo humano en México aumentó seis veces en el último siglo, lo que ha afectado la disponibilidad natural media anual por habitante. Según la Conagua, ésa en 1955 era de 11 mil 500 m3, pero para 2007 había llegado a 4 mil 312 m3, es decir, una disminución en la disponibilidad de 64 por ciento en tan sólo un periodo de 50 años. A tal situación se suma la pérdida de calidad del líquido derivada de crecientes índices de contaminación, pero también del desfinanciamiento y la mala o insuficiente gestión de la infraestructura hidráulica, incluyendo aquella para su potabilización.
Tal mengua de la responsabilidad del estado ha sido en la práctica reemplazada, en el caso del agua para beber, por un creciente consumo de agua embotellada y bebidas azucaradas, lo que se ha reflejado en las últimas dos décadas en negocios muy atractivos para el sector de bebidas (según datos de la Comisión Nacional del Agua, el precio promedio de un metro cúbico o mil litros de agua de la llave es de 25 pesos, mientras que el de esa misma cantidad de agua embotellada ronda los 6 mil 500 pesos).
Lo dicho no es menor, pues como he planteado en otra ocasión (La Jornada de Oriente, 19 de noviembre de 2013) México es el mayor consumidor de refrescos y agua per cápita  a nivel mundial; consumo que se sustenta en la apropiación del líquido –y de los territorios donde se encuentra– por parte de empresas embotelladoras, esencialmente propiedad de Coca Cola, Nestlé y Pepsico. Ello además se constanta tanto en zonas con disponibilidad como en estrés hídrico y en un contexto de opacidad de información pública en lo relativo al volumen realmente apropiado (se estima un volumen total concesionado al sector bebidas de 242.8 millones de m3/año, como de los estados actuales de disponibilidad de agua en las cuencas y acuíferos del país y del impacto específico de tales acaparamientos. Desde luego, también se embotella agua de la llave, previa su potabilización según las normas existentes, pero el volumen apropiado bajo esta modalidad y los subsidios aplicados, en su caso, tampoco son aspectos claros.
Tomando nota de lo anterior, llama la atención que la iniciativa para la instalación de bebederos en escuelas públicas, avalada por la Cámara de Diputados el 12 de noviembre de 2013 (Gaceta Parlamentaria No. 3905–XI) se encuentre actualmente detenida en el Senado. El proyecto plantea reformar los artículos 7, 11 y 19 de la Ley de Infraestructura Física Educativa en materia de bebederos escolares como medida para atender la problemática de sobrepeso y obesidad, cuya prevalencia suma 71 por ciento de la población adulta (el sobrepeso se registra en 38.9 por ciento de la población adulta, mientras que la obesidad es patente en 32.4 por ciento; además el país se coloca en el octavo lugar de obesidad infantil en niños y el cuarto lugar en niñas). Se trata de un problema de salud pública, particularmente porque la obesidad y el sobrepeso pueden ser causa de diabetes, entre otras complicaciones a la salud. El gasto de su tratamiento ya es considerable y, de seguir la actual situación, ciertamente aumentará: las 14 enfermedades principales asociadas a la obesidad y el sobrepeso cuestan 42 mil millones de pesos, mientras que los costos por pérdida de productividad suman unos 25 mil millones de pesos (Rivera et al. Obesidad en México. Recomendaciones para una política de Estado. UNAM. México, 2012).
El alto consumo de bebidas azucaradas, además de alimentos chatarra con un alto contenido de grasas saturadas y escaso o nulo contenido de nutrientes, está bien consolidado ya desde edades tempranas (en buena medida gracias a las potentes campañas de publicidad enfocadas a los niños), de ahí que sea central, además de regular dicha publicidad, cambiar los hábitos alimenticios durante la edad escolar, contexto en el que la presencia de bebederos en las escuelas juega ciertamente un rol vital. Pese a tal reconocimiento, sólo 7 por ciento del gasto público federal en educación básica se destina a que las escuelas tengan acceso a agua potable, luz, teléfono y capacitación.
Ante tal situación la iniciativa de reforma en mención propone instalar fondos anuales para ampliar la disponibilidad de agua potable para beber de forma confiable, suficiente y continua en las escuelas públicas del país (en conveniencia con las autoridades estatales) en un plazo máximo de tres años, ello al tiempo que se obliga a las escuelas privadas para que hagan lo propio en un periodo no mayor a un año y con sus recursos. Los requisitos que se deben cumplir, de ser ésa aprobada, además de usar sistemas y tecnologías sustentables, son los de calidad, seguridad, funcionalidad, oportunidad, equidad, sustentabilidad, pertinencia y oferta suficiente de agua potable para consumo humano.
Ahora bien, no sobra precisar que hasta donde se sabe, en el país no hay un inventario actualizado y completo de la infraestructura y servicios básicos con que cuentan las escuelas, no obstante, datos del Inegi de 2007 estiman que de aquellas censadas 34 por ciento no tienen agua, que 33 por ciento no cuenta con saneamiento y que 7 por ciento no cuenta siquiera con agua. La calidad de la infraestructura, sobre todo de baños, está fuera de toda valoración, pero se puede sostener que el grueso de casos no cuenta con el mínimo de higiene y mantenimiento (la cuestión agua–saneamiento–higiene debe verse como unidad en cualquier política pública seria). En ese contexto, es pues central la participación de profesores, autoridades escolares y sobre todo de padres de familia para el diagnóstico del estado real de la infraestructura y el monitoreo de su mejora, incluyendo la instalación, operación y mantenimiento de bebederos.
Y si bien la iniciativa de bebederos es más que deseable, dicha acción en efecto debe verse como un paso, entre muchos que se requieren, para dar garantía al derecho humano al agua en nuestro país. Por ello, la demanda ciudadana de la instauración de un observatorio del agua –en su sentido amplio e integral–, gestionado por la ciudadanía y la academia, no es una cuestión que pueda desestimarse. Tampoco lo es la exigencia social de que lo recaudado por el impuesto aplicado a las bebidas azucaradas sea genuinamente gastado para atender y mitigar el problema de sobrepeso y obesidad. Y es que hasta ahora dónde y cómo está asignada la responsabilidad y los fondos recaudados aún son cuestiones opacas.

18.1.14

Número especial de Interdisciplina sobre CIUDADES

Editores invitados:
Lucía Álvarez Enríquez
Gian Carlo Delgado Ramos

Interdisciplina. 
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades
Universidad Nacional Autónoma de México
Vol. 2. No. 2. México, 2014.
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Tabla de contenidos

Número completo

CIUDADESPDF
Redacción CEIICH-UNAM260

Contenido

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 3-4

Presentación

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 5-6
PresentationPDF
 7-8

Editorial

Ciudades, gestión, territorio y ambientePDF
Lucía Álvarez Enríquez, Gian Carlo Delgado Ramos9-20

Editorial comment

Cities, management, territory and environmentPDF
Lucía Álvarez Enríquez, Gian Carlo Delgado Ramos21-32

Dossier

Sustentabilidad, territorios urbanos y enfoques emergentes interdisciplinariosPDF
Mireya Imaz Gispert, Dalia Ayala Islas, Ana Gisela Beristain Aguirre33-49
Metabolismo urbano: herramienta para la sustentabilidad de las ciudadesPDF
Cristian Julián Díaz Álvarez51-70
La reinvención de la ciudadanía desde el espacio público de la ciudad fragmentadaPDF
Patricia Ramírez Kuri71-96
Cambios sociales y estructuras de poder. ¿Nuevas ciudades, nueva ciudadanía?PDF
Joan Subirats, Marc Parés Franzi97-118
El manejo de la urbanización africana en el contexto de los cambios ambientalesPDF
Shuaib Lwasa119-140
Managing African urbanization in the context of environmental changePDF
Shuaib Lwasa263-280
El desafío urbano en la India y la misión por un hábitat sustentablePDF
Ruchira Ghosh, Arun Kansal141-167
Urban Challenges in India and the Mission for a Sustainable HabitatPDF
Ruchira Ghosh, Arun Kansal281-304
La urbanización y su impacto sobre el uso de la tierra, la biodiversidad y los ecosistemas en la IndiaPDF
Harini Nagendra, H.S. Sudhira, Madhusudan Katti, Maria Tengö, Maria Schewenius169-178
Urbanization and its Impacts on Land Use, Biodiversity and Ecosystems in IndiaPDF
Harini Nagendra, H.S. Sudhira, Madhusudan Katti, Maria Tengö, Maria Schewenius305-313
La desindustrialización y la cambiante estructura espacial en Hong Kong, ChinaPDF
Paavo Monkkonen179-204
Deindustrialization and the Changing Spatial Structure of Hong Kong, ChinaPDF
Paavo Monkkonen315-337
Urbanización en China: ¿Otro gran salto adelante?PDF
Jorge Eduardo Navarrete205-218
La basura: un reto y una oportunidad para la Zona Metropolitana de la Ciudad de MéxicoPDF
Elvira Schwanse219-231

Lecturas recomendadas

Lecturas recomendadasPDF
 233-240

Voces cardinales

Participación ciudadana: recurso para gobernar mejor las ciudadesPDF
CEIICH CEIICH-UNAM241-246

Reseñas

Ciudades del 2010: entre la sociedad del conocimiento y la desigualdad socialPDF
Letizia Silva Ontiveros247-252

Colaboran en este número

Colaboran en este númeroPDF
 253-257

Directorio

DirectorioPDF
 2

Guía para autores

Guía para autoresPDF
 259

Guidance for Authors


Guidance for authors

8.1.14

Minería y ruralidad en México: regulación, pasivos ambientales y sociedad

Gian Carlo Delgado Ramos, Letizia Silva Ontiveros y Maritza Islas Vargas
En: Roberto Rodríguez Saldaña yJosé Gilberto Garza Grimaldo
La Naturaleza con Derechos. Una propuesta para un cambio civilizatorio.
Universidad Autónoma de Guerrero / Editora Laguna
México, 2013. ISBN: 978-607-7679-61-5



1. Introducción

La minería es una actividad de vieja data en México, sin embargo, es a partir de la década de 1980 que esta industria adquiere claramente nuevo bríos. Entonces, y como resultado de la negociación de la deuda, se comenzó la adopción de un amplio paquete de políticas neoliberales, muchas auspiciadas por organismos internacionales como el Fondo Monetario internacional y el Banco Mundial (Saxe-Fernández y Delgado, 2005; Toussaint y Millet, 2009; Ugarteche, 2010). Se optó entonces por la desregulación y liberalización de la economía, es decir, la privatización del grueso de los activos nacionales, la reducción del gasto público, la desaparición de diversos subsidios y apoyos —en el campo por ejemplo de los precios de garantía—, entre otras cuestiones. Un elemento central de tales políticas neoliberales fue el rol de la inversión extranjera directa como motor de la economía; se abrieron múltiples sectores estratégicos a la participación privada extranjera, proceso que se acompañó del trato igualitario a los capitales foráneos y el establecimiento de condiciones de certidumbre jurídica a tal inversión.
Las denominadas reformas estructurales en materia política y económica, que fueron ejecutadas en toda América Latina, dieron paso a una fase mucho más agresiva en la explotación de recursos naturales no sólo en su dimensión —gracias a los avances tecnológicos—, sino en su propia naturaleza. Y es que no solamente se descuidó la producción de alimentos básicos en casi todos los países de la región al especializarse en la producción de ciertos productos como celulosa, soja, caña, frutas y diversas hortalizas de exportación, además, dicha explotación se ha dado en el marco de un fuerte proceso de despojo de tierras y de todos los recursos ahí contenidos, todo con el objeto de dinamizar los procesos de acumulación de capital.
Se trata de un despojo que se ha intensificado a escala internacional sobre todo a partir de los primeros años del siglo XXI, con acciones de compra-venta de grandes extensiones de tierra (mayores a 1,000 has) por parte de actores foráneos y que han sido denominadas genéricamente como land grabbing. Destacan como compradores de tierras, sobre todo en África y Asia, actores de países como China, India, Corea del Sur y Arabia Saudita. En América Latina el fenómeno de compra-venta también aumenta aunque históricamente y aún hoy día, el grueso de apropiación de la tierra se ha dado sobre todo por parte de latifundistas nacionales, especuladores inmobiliarios de capital nacional y/o mixto, actores empresariales intrarregionales y, en menor escala, por parte de capital proveniente de paraísos fiscales (véase: Borras et al, 2012).
Debe quedar claro entonces que el proceso de despojo-apropiación de tierras antes referido no sólo responde a la necesidad de acceso, gestión y usufructo de recursos minerales energéticos y no-energéticos (extractivismo clásico), sino también al empuje de otras actividades como los “cultivos comodín” o flex (alimentos/energía/insumos de producción; e.g. maíz, caña, palma africana); la producción de insumos no alimenticios como la celulosa, en todos los casos incluyendo su dimensión hídrica (en términos de huella hídrica); la promoción de actividades de conservación o la denominada apropiación verde de las tierras (green grabbing) y que incluye desde la conformación de áreas protegidas de tipo privado —no pocas veces promotoras de actividades de investigación científica con potencial de uso comercial de la biodiversidad y su conocimiento asociado (en su caso) (léase: Delgado, 2002 y 2004; Strickland, 2012)—, hasta la instauración de proyectos de mitigación del cambio climático como los denominados REDD y REDD+ (proyectos de reducción de emisiones por deforestación y degradación + de conservación), tampoco exentos de crítica (Espinoza y Feather, 2011; Fairhead, Leach y Scoones, 2012; Borras, et al, 2012; Greenpeace, 2012; COPINH, 2013; entre otros).
Datos desde una noción amplia de la apropiación de tierras para América Latina sugieren que para los casos de la soya y la caña en América del Sur, la superficie se duplicó en la primera década del siglo XXI, mientras que la de palma aceitera lo hizo en un 30% (Borras, et al, 2012). En Centroamérica la superficie de palma se duplicó en el mismo periodo, mientras que se observó un aumento de 16 mil hectáreas anuales de plantaciones de árboles, cifra que fue en esa misma década de 376 mil hectáreas anuales en América del Sur (Ibid). Se suma además la expansión de la frontera agrícola para monocultivos como el de piña en Costa Rica.
Por su parte, en México se registra un fenómeno similar con la compra, renta o inclusión de tierras para el emplazamiento de cultivos de hortalizas de exportación y flex, en este caso mediante la promoción de la denominada “reconversión productiva” de pequeños propietarios que se enganchan en el último eslabón de la cadena productiva sobre todo de la palma africana. Así, en el país aumentó alrededor de 10% la superficie cultivada de caña de 2000 a 2010 y en 80% la de palma africana del 2003 a 2011; además, se sumaban al año 2012 unas 10 mil hectáreas de jatropha sólo en el estado de Chiapas (Delgado, et al, 2013). En lo que respecta a la superficie reforestada, no toda monocultivos de árboles de rápido crecimiento, ésta aumentó en México a un ritmo de 8.9% al año al pasar de 342 mil hectáreas en 2007 a 480 mil hectáreas en 2011 (ASF, 2012). Por su parte, la superficie concesionada a actividades mineras alcanzó el 16.5% del territorio nacional al mes de junio de 2012 con una inversión extranjera directa al cierre de 2011 casi seis veces mayor a la del año 2000 (con base en: Secretaría de Economía, 2012 y Gobierno federal, 2012). No deja de llamar la atención que en el contexto del boom minero en el país, el Gobierno federal celebre su competencia al haber logrado reducir el tiempo de aprobación de las concesiones mineras de 30.3 días promedio en 2008, a 15.8 días en junio de 2012 (Gobierno federal, 2012).

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