26.10.06

Mexico colonizado en tecnologia



Fortuna, negocios y finanzas. México, octubre de 2006. pp. 60-63.
Nydia Egremy


El modelo de desarrollo económico de México, que fue estructurado por el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), rezagó el avance de la ciencia y la tecnología a un nivel colonial.

La dependencia tecnológica de México se consolidó cuando el Estado abandonó su misión educadora y permitió -con auxilio del empresariado local- el desmantelamiento de la producción nacional en beneficio de las multinacionales, analizan los especialistas en Economía John Saxe Fernández y Gian Carlo Delgado, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Para ilustrar el atraso científico-tecnológico de México basta observar el registro de patentes de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. Tan sólo entre 1997 y 2005, cuando Brasil patentó 221 productos, México registró apenas 104. En contraste, Corea del Sur -una nación sin recursos naturales- patentó 4 mil 747 productos y China exhibió el más alto crecimiento mundial al pasar de 784 patentes en 2000 a 2 mil 452 en 2005.

Mientras esos países -antaño subdesarrollados- asimilan tecnología como su prioridad, México carece de una política científica vigorosa y comprometida. Así lo destacó en un mensaje público el 21 de septiembre el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, Juan Ramón de la Fuente, quien advirtió que sin un mayor impulso a la ciencia y la tecnología “es improbable” que en los próximos años México se incorpore a cabalidad al concierto internacional de la competitividad, el empleo y la productividad.

Gian Carlo Delgado, investigador del programa El Mundo en el Siglo XXI y autor, entre otros, del estudio “Las nanotecnologías; promesas e incertidumbres”, precisó que el éxito de China, Japón y Brasil obedece a la existencia de una “red industrial” a partir de una estructura triangular científico-tecnológica-industrial, en donde el Estado-nación, los centros de producción del conocimiento y el empresariado, operan en sinergia, es decir, actúan con dos o más fuerzas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales.

“Al conectarse el Estado-nación, las multinacionales y actores, como universidades, lobbies y think thanks (centros de pensamiento), se da esa sinergia que caracteriza a las redes industriales de investigación de Europa y Estados Unidos. En cambio, los países que carecen de uno de estos polos o que han sido reemplazados por actores extranjeros, como el caso de México, no logran desarrollarse”, destaca Delgado.

Por esa razón China ha sido exitosa, pues impulsó su Plan Científico-Tecnológico de 1980, conforme con ese sistema triangular y lo planteó para 20 años. La potencia asiática se propuso que en dos décadas, al menos cinco de sus empresas figuraran en la lista de la revista Forbes y ahora 100 industrias chinas aparecen entre las 500 más importantes del mundo.

Para alcanzar ese objetivo, el Estado otorgó subsidios y apoyos de manera dramática para la investigación y desarrollo de tecnologías. “Ahí están funcionando el Estado y el empresariado que también se interesa en el desarrollo científico-tecnológico para obtener repercusiones económicas internas”, agrega Delgado Ramos.

En este rubro, René Drucker Colín, coordinador de la Investigación Científica de la UNAM, coincide con sus colegas y afirma: “la ciencia es la principal palanca de desarrollo para la nación, si se difunde adecuada y constantemente, genera en la población constante información para que comprenda mejor su entorno. Una sociedad más informada, puede emitir opiniones informadas y eso hace que la sociedad sea más democrática”.

Drucker Colín estima que el Estado mexicano debe fomentar incentivos fiscales para que las empresas desarrollen tecnología. En cambio, el gobierno saliente destinó la mayor parte de esos estímulos a empresas trasnacionales que no invierten en investigación y desarrollo.

Advierte el neurocientífico: “en este siglo XXI, denominado ‘del conocimiento’, sólo dominarán la economía las sociedades que generen el mayor conocimiento, pero este sexenio reprobó en ciencia y tecnología; su visión miope y poco nacionalista redujo el presupuesto para esas disciplinas”.

Drucker señala que: “el próximo sexenio será el último posible para salvar el atraso de México en ciencia y tecnología, porque para 2012 o 2015, si no le entramos en serio, no se podrá zanjar el abismo entre los países desarrollados, y nosotros ya vamos muy atrasados: México no produce nada, absolutamente nada de nada, no hay un solo insumo para la ciencia o cualquier otra actividad hecha en México”.

Subordinación tecnológica

Evaluar qué inversión extranjera en alta tecnología ingresa en el país es un criterio que evita la dependencia, sostienen los entrevistados, quienes contrastan la nula selección desde el gobierno mexicano en los acuerdos de cooperación tecnológica que ha suscrito con países desarrollados. Es interesante observar cómo ha operado la República Popular China, que hace 50 años salía del feudalismo económico y hoy asimila tecnología aeroespacial para producir satélites.

Con esa óptica, los científicos chinos se integraron al sistema satelital europeo Galileo –contraparte del estadounidense GPS, pero superior en vanguardia tecnológica– para asimilar ese conocimiento y lanzar su propio satélite regional. Esa visión llevó a China a poseer el 10 por ciento de la industria aeroespacial y ya compite con Airbus y Boeing. En la misma lógica, la nación asiática adquirió la división de cómputo de IBM, para controlar toda la cadena productiva de esa rama.

Además, China realiza investigación avanzada en nanotecnología y biotecnología que asimiló de Estados Unidos y Europa. Forma sus cuadros en el extranjero y una vez poseedores de ese capital tecnológico, abre centros de investigación o parques tecnológicos propios. Ahí el Estado se apega a su ambicioso Plan Nacional de Tecnología, “en una lógica de red industrial como hacen los países desarrollados y que no es el caso de la mayoría de los países de la periferia, como México”, apunta Gian Carlo Delgado.

John Saxe Fernández, académico e investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de la UNAM, subraya el abismo tecnológico entre México y China o Brasil mismo. “Ahí ya se producen satélites en cooperación con China y para preparar a sus propios cuadros. Los mexicanos, en cambio, tenemos una gran oficina donde un burócrata firma el cheque para la NASA que hace los satélites. Sí hay un contraste”.

Mientras que el ex presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, siguió lineamientos estadounidenses y desreguló la economía y la inversión extranjera, Estados Unidos hizo lo contrario al aumentar la regulación sobre tecnología porque así mantiene su ventaja en la competencia intercapitalista.

Allá, los senadores Exxon y Florio modificaron la Ley de Inversiones para que los extranjeros no accedieran a su alta tecnología. Aquí, por indicaciones de ellos mismos, se desmanteló incluso nuestra capacidad de desarrollo científico en alta tecnología, explica el catedrático.

“Siendo el nuestro, un país petrolero y teniendo centros de vanguardia como el Instituto Mexicano del Petróleo, lo desnacionalizamos y reducimos su presupuesto a favor de especialistas extranjeros que nos dicen cómo trabajar. Ni en China ni en Corea del Sur ni en Japón es posible eso, incluso Taiwán, cuando compró aviones a Estados Unidos, le exigió montar ahí la fábrica, porque su intención es asimilar esa tecnología”, estiman Delgado y Saxe-Fernández.



Nanotecnología ¿para qué?

Aunque la UNAM figura como uno de los principales entes que publican en nanociencia y es fuerte en número de investigadores, está comprando el dilema de la nanotecnología cuando no va a tener ninguna oportunidad para estar a la vanguardia, pues sólo se desarrolla con empresas extranjeras y a través de alquilar o rentar horas de uso de ciclotrones a Estados Unidos. Así, la investigación en ese rubro estará subordinada a la superpotencia, señala Gian Carlo Delgado.

Otros centros que investigan en nanotecnología –la manipulación de la materia a escala nanométrica, es decir, a la mil millonésima de metro o el mundo de los átomos y las moléculas– son el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y otros centros, como el de Investigaciones de Materiales de San Luis Potosí y otro más en Guanajuato.

Nuestro país canalizó su investigación en esta novedosa disciplina por medio de la Fundación México-Estados Unidos para la Ciencia, una organización gubernamental en la que participan Conacyt, los laboratorios Sandia –que hacen investigación militar para el Pentágono en Estados Unidos– en sistemas nanomecánicos (chips micrométricos que usan partes o dispositivos nanométricos) y México entra a la cola de esta investigación.

En ese caso, hay acuerdos ya con la Universidad de Texas, en Arlington, y la UNAM, otros con el Centro de Diseño Microelectrónico de Sony de San Antonio, Texas, y empresas de software especializadas en sistemas micromecánicas. También hay cooperación entre el Centro Nacional de Nanotecnología y Estudios Avanzados de la Universidad Veracruzana y la Universidad de Texas. Otro caso es el de la Universidad de Guanajuato con la Universidad de Texas, en Dallas, para investigaciones de Nanotecnología y un tercer caso que prevé el establecimiento de un laboratorio binacional con Estados Unidos entre el Centro de Investigaciones de Materiales Avanzados de Chihuahua y la Universidad de Texas.

Los acuerdos con la Fundación México-Estados Unidos para la Ciencia, conforman un patrón, señala Delgado Ramos, pues coincide con el lanzamiento, en los años 90, del plan denominado “Latin Chip”, un programa de Motorola que impulsa, “filantrópicamente”, el llevar la tecnología de punta a los países periféricos para que empiecen a desarrollar.

“En este esquema, la periferia proveerá la fuerza de trabajo, para que aprendan en laboratorios estadounidenses donde se fabrican los chips, y las universidades mexicanas o latinoamericanas llevan a sus investigadores e ingenieros para fabricar los chips que quiere Estados Unidos.

“Es maquila de alta tecnología –puntualiza el profesor Saxe Fernández–, mucho atole”. Gian Carlo Delgado sintetiza: “es hacer la talacha”.

En este caso, México carece de un programa de desarrollo de alta tecnología, como el que sí posee Estados Unidos. Precisamente fue el presidente George W. Bush, quien impulsó la iniciativa desde los años noventa y formó un equipo que ahora lo asesora y también al Legislativo, como una forma particular de cabildeo de las empresas que manejan la nanotecnología. “Para ellos es una cuestión de seguridad nacional, producen nanoestructuras, nanodispositivos y nanosistemas que pueden usarse en armas sofisticadas y novedosas, tratamientos terapéuticos, cosméticos y textiles, entre otros.

Para Gian Carlo Delgado y John Saxe-Fernández, el dilema radica en tener una agenda científico-tecnológica con profunda vinculación hacia la economía, para beneficiar a la nación y a su gente. En última instancia, preguntan, para qué desarrollar esa tecnología de punta, cuando el grueso de los problemas de México se resuelve, por decirlo de manera burda, con la bicicleta.





BM y las lumpenburguesías



En su investigación sobre el impacto de diseño del Banco Mundial (BM) en la educación superior y los programas de ciencia y tecnología de México, Gian Carlo Delgado afirma que “el ‘casamiento' entre las corporaciones multinacionales y las universidades, la intensificación de la fuga de cerebros, y el nivel de dependencia tecnológica de las naciones del Sur, constituyen el reflejo del papel crucial del BM en el proceso de la privatización de la educación pública”.

Para Saxe Fernández, autor del libro La compraventa de México, es grave que el BM plantee que la educación superior es una mercancía más que un derecho, y que parte de su misión es interrumpir la reproducción isomórfica de la universidad, fundada en la libertad de cátedra y de investigación. “Sabemos que los países con mayor avance tecnológico cubren la gama completa del conocimiento: desde las ciencias duras hasta las humanidades. Pero en los nuestros, se trata de funcionalizar la educación a los requerimientos mercantiles de las multinacionales. Así, difícilmente se puede desarrollar un país”.

El origen del atraso tecnológico de México, explica el académico, es la falta de estímulo gubernamental a la educación y al abandono tecnológico de los empresarios, “que en parte obedece a la orientación histórica de las ‘burguesías compradoras' -como las llama Theotonio dos Santos–, o ‘lumpenburguesías' latinoamericanas –como las denomina despectivamente Günter Frank–. Otra causa del atraso obedece al control externo sobre el manejo de la ciencia y la tecnología en nuestros países”.

El empresariado mexicano no piensa que al barco nacional hay que mantenerlo a flote y en buenas condiciones. Ellos ponen el barco a la venta o en subasta, y si se hunde tienen yates de lujo donde refugiarse, ése es un comportamiento de oligarcas, sostiene Saxe-Fernández.

Agrega que el FMI y el BM son los principales instrumentos de sobornización del que se valen los grupos de interés y el gobierno para desmantelar de sus recursos a la nación. “Se meten prácticamente en todo: agua, biotecnología, privatización de ferrocarriles, electricidad, petróleo, todo”.

Gian Carlo Delgado asegura que lo que caracteriza a la oligarquía mexicana –en general a la latinoamericana– es su alto grado de sobornización.



RECUADRO: El gasto mundial en nanotecnología se ha incrementado exponencialmente, al pasar de 430 millones de dólares en 1997, a 9.6 millardos de dólares en 2005. Los cálculos sugieren que actualmente, EU se adjudica el 37 por ciento del gasto mundial en nanotecnología, Japón el 28 por ciento y la Unión Europea el 24 por ciento. México no ha impulsado una iniciativa nanotecnológica como tal.


Disponible en: http://www.revistafortuna.com.mx/

Para el caso puntual de la nanotecnología en México, véase: http://www.eumed.net/ce/2007a/gcdr.htm

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