16.7.13

El uso de los recursos naturales, en debate


Alejandro Rebossio | 16 de julio de 2013
EL PAIS

El buen uso de los recursos naturales de América Latina está siendo un asunto de discusión por todo el continente. En mayo pasado fue debatido en una reunión específica de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), ese espacio de integración política que nuclea a gobiernos de izquierda y derecha, de Mercosur y de la Alianza del Pacífico. También fue objeto de atención en uno de los últimos números de la revista Nueva Sociedad, la publicación latinoamericana de la Fundación Friedrich Ebert, que responde a la socialdemocracia alemana. Veamos aquí algunos de los comentarios que se vertieron en diversos artículos de esa edición.
Maristella Svampa, profesora de la Universidad de La Plata (Argentina), se refiere a un asunto que en este blog ya hemos comentado: el Consenso de las Materias Primas, una nueva política económica que sucede al neoliberal Consenso de Washington y que es aplicado, según sus críticos, por gobiernos de izquierda y de derecha. Se basa en la explotación intensiva de las riquezas naturales, aprovechando su demanda asiática y sus altos precios, sin poner atención en el desarrollo de otros sectores económicos ni en el impacto medioambiental que esta actividad implica. “El Consenso de los Commodities (materias primas) subraya el ingreso de América Latina en un nuevo orden económico y político-ideológico, sostenido por el boom de los precios internacionales de las materias primas y los bienes de consumo demandados cada vez más por los países centrales y las potencias emergentes. Este orden va consolidando un estilo de desarrollo neoextractivista que genera ventajas competitivas, visibles en el crecimiento económico, al tiempo que produce nuevas asimetrías y conflictos sociales, económicos, ambientales y político-culturales. Tal conflictividad marca la apertura de un nuevo ciclo de luchas, centrado en la defensa del territorio y del ambiente, así como en la discusión sobre los modelos de desarrollo y las fronteras mismas de la democracia”, advierte Svampa. De estas nuevas luchas populares en el país de esta investigadora daba cuenta hace pocas semanas un artículo de la Agencia de Noticias Pelota de Trapo (pincha este enlace para leerlo).
Gian Carlo Delgado Ramos, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), observa un “auge de las actividades extractivas a escala mundial, vinculadas a la crisis económica (el oro es el refugio del inversor) y a la especulación en el mercado de la tierra y las materias primas”. Delgado considera que “la apropiación de tierras, que se disparó particularmente en lo que va de este siglo, puede observarse como mecanismo de despojo de paquetes de activos naturales en todo el mundo, con excepción de la Antártida”, pero advierte de que este fenómeno enfrenta resistencia social. En un seminario del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), Delgado relevó los conflictos por la oposición de movimientos sociales al extractivismo en Latinoamérica en 2012 y detectó 34 casos vinculados a la explotación petrolera, 85 por la minería, 47 por el uso del agua, 16 por recursos forestales y biodiversidad, 27 casos por expansión de la agroindustria y 32 por residuos tóxicos u otros. “El Estado, en sus múltiples niveles, representa cada vez más los intereses de sus socios empresariales, empujando a favor de esos intereses un amplio entramado legal ad hoc que se superpone al denominado Estado de derecho. Al mismo tiempo, y de cara a la profundización del despojo y a los usos y abusos de la naturaleza, el Estado se arma para el control interno promoviendo, justificando o avalando la criminalización de la protesta, al tiempo que presume que los actores sociales en legítima defensa de su territorio y de los bienes comunes que este contiene son, en el mejor de los casos, irracionales, opositores al progreso y al desarrollo”, señala el economista de la UNAM.
En la misma edición de Nueva Sociedad, el periodista uruguayo Víctor Bacchetta señala que la extracción de petróleo y gas no convencional “presenta serios riesgos ambientales, pero detrás de las nuevas tecnologías que la hacen posible hay poderosos intereses económicos y políticos y en América Latina es presentado como una nueva fuente de prosperidad”. La antropóloga social Juliana Ströbele-Gregor, de la Universidad Libre de Berlín, se refiere a los yacimientos de litio de Bolivia, que “están entre los más grandes del mundo, lo que alienta expectativas de que el proyecto desarrollado” por el Gobierno de Evo Morales “permita al país salir de la pobreza y la dependencia”. Sin embargo, la experta advierte de “potenciales escenarios de conflicto que están asociados con la explotación e industrialización del litio en el salar de Uyuni, y analiza el marco legislativo y los riesgos ambientales que afectarían a la población rural y el turismo”. La economista Agostina Costantino, becaria del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México, evalúa si “Argentina y Brasil, ambos países beneficiados por la ‘lotería de los recursos’ en esta etapa de elevados precios internacionales de las materias primas, aprovecharon esta bonanza para llevar a cabo un cambio estructural que les permitiera dejar de depender de esos productos, cuyos precios se caracterizan por una alta volatilidad”, y concluye que no puede afirmar que tal reforma “se haya dado en alguno de los dos países”.
Luisa Paré, profesora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, habla de una “megaminería tóxica” y estudia el derecho de los pueblos a ser consultados antes de que comiencen estas explotaciones en su territorio. “Formalmente, los mecanismos de consulta se encuentran en una situación mucho más avanzada en los Estados andinos que tienen gobiernos progresistas (Bolivia, Ecuador) que en países de regímenes neoliberales como México o Chile”, observa Paré. No obstante, “se ha visto que, aun en estos países con gobiernos progresistas, los marcos normativos no siempre son respetados”, según Paré, que considera que las “contradicciones de estos gobiernos son inherentes a las exigencias de la opción por el extractivismo desarrollista que les ha permitido superar parcialmente el neoliberalismo, buscar otras formas de integración regional, impulsar su economía y reducir la pobreza”. A partir de esta experiencia, recomienda para México “un cambio estructural del rumbo económico que ha tomado el país, rumbo que facilita el saqueo de los recursos estratégicos, un proceso de despojo y desterritorialización de los pueblos, la pérdida de identidad y la destrucción de las capacidades productivas de regiones que deben reorientarse a la recuperación de la autosuficiencia y la soberanía alimentaria”. Paré añade que “esto implica revertir el modelo extractivista presente principalmente en el campo de la minería, la generación eléctrica (represas hidroeléctricas y energía eólica) y la privatización de los hidrocarburos”. Un ejemplo de los conflictos mineros en la región es el que llevó a un tribunal chileno a ratificar este lunes que la canadiense Barrick debe reparar los daños medioambientales causados en la mina Pascua Lama, que se encuentra en los Andes, parte en Argentina, como requisito previo a la reanudación del proyecto.
El economista argentino Nicolás Gadano, del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), escribe que “así como en las primeras décadas del siglo xx Argentina e YPF pudieron ser una referencia (regional) para otros países que buscaban desarrollar sus empresas estatales de energía, en la actualidad ese lugar estaría siendo ocupado por Brasil y Petrobras, en un modelo mixto en el que la empresa estatal convive con empresas privadas, todas controladas por un regulador independiente (la Agencia Nacional del Petróleo)”. Añade que “los países que, como Argentina y Bolivia, avanzaron aún más en el proceso de apertura y privatización (en los 90), parecen estar regresando a un esquema mixto, recuperando el control de la empresa estatal pero procurando mantener una fuerte presencia privada”, al tiempo que “habrá que ver lo que sucede en países como México y Venezuela, los mayores productores/exportadores históricos de la región, que han preservado el rol de las grandes estatales, Pemex y PDVSA”. En concreto, “en el caso mexicano, el más extremo en términos de monopolio estatal, la declinación productiva y la creciente inseguridad de las instalaciones parecen inclinar la balanza a favor de una reforma, que, de llevarse a cabo, podría tener a Brasil como un espejo donde mirarse”, según Gadano.
Precisamente, el profesor Giorgio Romano Schutte, del posgrado de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Federal de ABC, del estado brasileño de São Paulo, se pregunta si en diez años de gobierno el Partido de los Trabajadores (PT) “consiguió implementar un nuevo paradigma de desarrollo que supere la lógica del Consenso de Washington”, señala “algunos elementos del ‘nuevo desarrollismo’ y pone el foco en los gigantescos reservorios de petróleo en aguas profundas descubiertos en Brasil en 2007”. Destaca que el aporte de estas riquezas “para el desarrollo brasileño se vehiculiza a través de tres políticas: los ingresos directos para el Estado mediante regalías y venta del petróleo obtenido por los contratos de distribución; la política de contenido local que pretende transformar la demanda de productos y servicios a lo largo del proceso de explotación, desarrollo y obtención del petróleo y el gas en una producción realizada en gran medida en territorio nacional, generando empleo, ingresos e impuestos en Brasil; y la política de obligatoriedad de invertir un porcentual del ingreso bruto de los grandes campos de petróleo y gas en investigación y desarrollo en el país”.

ARCHIVO HISTÓRICO